El director polaco Krzysztof Kieslowski emigró a
Francia con una maleta llena de buenas películas anteriores a su incursión
gala. Sin embargo son las tres últimas películas que rodó (Azul, blanco y Rojo)
las que lo han hecho más conocido. En parte favorecido por el efecto
publicitario del juego tricolor (estos tres colores son los de la bandera
francesa y con esa intención se titularon los films) y el lema "liberté, egalité, fraternité", la repercusión de estas
películas se debe sobre todo a la sorprendente capacidad de sobrecoger con
imágenes que demuestra el director en los tres films.
Con argumentos que atrapan y se apartan de lo
convencional desde los primeros minutos para, sin embargo, contar historias
cercanas, en las tres películas acabamos conociendo un poquito más al ser
humano.
Blanc es, de las tres, la película la que cuenta con
una apuesta mayor ya que los actores no son tan conocidos como en las otras dos
(interpretaciones estelares de Irene Jacob, Juliette Binoche o Jean Louis Trintignant)
aunque en esta aparece una entonces no tan conocida Julie Delpy.
La película arranca en París colocando al
personaje en un punto muerto desde el que debe iniciar una nueva vida por lo
que tiene que volver a su Polonia natal. Sin embargo, la destrucción total de
su vida, previa a la toma de esta decisión, va más allá de una intención vital,
conllevando, tras un divorcio contencioso, la pérdida de posesiones, vivienda,
dinero y hasta documentación. A partir de aquí, el tracto existencial de la
trama se resiste a la monotonía enfrentando al protagonista con su auténtico yo
hasta desembocar en un resultado sorprendente.
Elemento clave que resalta toda la calidad de la
película es la banda sonora. Imprescindible para aquellos aficionados a las
bandas sonoras más allá de la pantalla.
El juego de la evolución de los personajes es la
apuesta fundamental. La estructura amor-venganza-amor es el camino más largo,
el que toma él, mientras que la estructura deseperación-desamor-amor es el que
ella sigue para, al final, resolver la partida de forma sorprendente. La escena
final, muda, es de una creatividad y una poesía extraordinarias.