domingo, 22 de abril de 2012

Tres colores: Blanco

Aunque resulte extraño que nuestro primer comentario de cine francés sea sobre un director que no es francés hemos querido salirnos de lo convencional para llamar la atención sobre el valor de este tipo de films europeos en los que se demuestra que el talento puede con todas las barreras.

El director polaco Krzysztof Kieslowski emigró a Francia con una maleta llena de buenas películas anteriores a su incursión gala. Sin embargo son las tres últimas películas que rodó (Azul, blanco y Rojo) las que lo han hecho más conocido. En parte favorecido por el efecto publicitario del juego tricolor (estos tres colores son los de la bandera francesa y con esa intención se titularon los films) y el lema "liberté, egalité, fraternité", la repercusión de estas películas se debe sobre todo a la sorprendente capacidad de sobrecoger con imágenes que demuestra el director en los tres films.

Con argumentos que atrapan y se apartan de lo convencional desde los primeros minutos para, sin embargo, contar historias cercanas, en las tres películas acabamos conociendo un poquito más al ser humano.

Blanc es, de las tres, la película la que cuenta con una apuesta mayor ya que los actores no son tan conocidos como en las otras dos (interpretaciones estelares de Irene Jacob, Juliette Binoche o Jean Louis Trintignant) aunque en esta aparece una entonces no tan conocida Julie Delpy.

La película arranca en París colocando al personaje en un punto muerto desde el que debe iniciar una nueva vida por lo que tiene que volver a su Polonia natal. Sin embargo, la destrucción total de su vida, previa a la toma de esta decisión, va más allá de una intención vital, conllevando, tras un divorcio contencioso, la pérdida de posesiones, vivienda, dinero y hasta documentación. A partir de aquí, el tracto existencial de la trama se resiste a la monotonía enfrentando al protagonista con su auténtico yo hasta desembocar en un resultado sorprendente.

Elemento clave que resalta toda la calidad de la película es la banda sonora. Imprescindible para aquellos aficionados a las bandas sonoras más allá de la pantalla.

El juego de la evolución de los personajes es la apuesta fundamental. La estructura amor-venganza-amor es el camino más largo, el que toma él, mientras que la estructura deseperación-desamor-amor es el que ella sigue para, al final, resolver la partida de forma sorprendente. La escena final, muda, es de una creatividad y una poesía extraordinarias.



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