Esta película podría haberse titulado retrato de una obsesión y no habría desentonado. Aunque deberíamos dar un apunte sobre su director antes de comentarla ya que, a lo mejor, muchos no lo conocen puesto que esta es tan sólo su quinta película. Y esta, como las anteriores (Pi (98); Réquiem por un sueño (00); La fuente de la vida (07); El luchador (09)), da mucho que hablar…
Darren Aronofsky es ante todo un director joven y atrevido. Sus películas, que suelen alejarse de lo convencional tanto en las historias como en el modo de contarlas, nunca nos dejan indiferentes. Nos agradan o nos desagradan, nos inquietan o nos fascinan, pero siempre hay algo extraño, casi estremecedor tanto en la belleza como en lo trágico de todo aquello que enseña.
Y todo esto concurre en Cisne negro. La historia de Nina (Natalie Portman), una bailarina clásica, eterna aspirante a la perfección, que se enfrenta al reto de poder interpretar el papel principal en la representación de “El lago de los cisnes” en una compañía newyorkina . Ya les adelanto que está impresionante, en esto no hay dudas. Incluso me aventuro a apostar que quizás le valga el Oscar a la mejor actriz de este año a su intérprete.
La primera sensación que tuve cuando terminé de verla fue la de haberme bajado de una montaña rusa. El vaivén emocional es tremendo, aunque visto desde el lado contrario, se podría decir que la película es efectista y predecible. Por ello, creo que, en resumen, es de esas películas que te pueden gustar más o menos según el día que te pille. Y a mí se ve que me pilló uno más que bueno.
No se trata esta vez de una historia complicada sino de un personaje complicado, tremendamente complicado, visto desde la óptica de un director que lo presiona hasta buscar su límite.
La película tiene tintes de cine europeo; renuncia a los exteriores de manera expresa, no mostrando las típicas imágenes de Nueva York como una postal con el trasfondo de un sentimiento romántico frente al drama de la protagonista como harían la mayoría de los directores de hoy día, convirtiendo la factura de la película en una bonita estampa que ya hemos visto mil veces.
Incluso da la impresión de estar rodada en blanco y negro ya que en pantalla están presentes casi todo el rato estos colores en consonancia con el argumento de la misma (no olvidemos que este director ya rodó su primera película en blanco y negro). La dualidad del cisne blanco/cisne negro de la obra se traslada a la protagonista y se convierte en su angustia vital. No quiero desvelar nada así que, aunque no les guste la danza, merece la pena dejarse sorprender.
Y un apunte. Estoy seguro que la madre de Nina y la de Norman Bates habrían sido amigas. ¿No creen?
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